Hoy recordaba cómo hace unos meses iba con mi mamá (que usa caminador para movilizarse) por la avenida El Poblado y pasamos frente a una tienda de artesanías, queríamos entrar pero no tenían rampa para ingresar. Desde afuera vi unos turrones que realmente quería llevar, pero la chica que atendía me dijo que si los quería tenía que entrar al fondo del local a pagar a la caja y dejar a mi madre sola en su silla de ruedas en la calle.
Quedamos como: ¿Es en serio? No podíamos creerlo, menos aquí en Medellín que se caracteriza por el mejor servicio al cliente. Pero si. A veces los dueños del negocio nos confiamos en que los empleados van a apersonarse del negocio y no pasa. Con toda seguridad que si el dueño (o el doliente como yo le llamo) estuviera en ese momento no nos habría dejado ir sin comprar algo.
En los últimos años he desarrollado un hábito, de observar los negocios a donde entro e identificar si me atendió el empleado o el dueño. Si te decides a hacerlo notarás como el dueño del negocio siempre será atento y orientado a encontrar para su cliente soluciones y que tenga una buena experiencia, mientras que si es el empleado no le duele mucho si te vas y no compraste pues igual recibirá su sueldo.
Uno diría que es muy difícil tener un recurso humano comprometido, pero en mi experiencia laboral nunca lo fue, pienso que los empresarios pecamos con nuestros equipos al restarles valor y no involucrarlos en las metas de la empresa, a veces los dejamos como rueda suelta, que solo cumplan su horario y ya.